Amsterdam nevada, la ciudad donde van en bicicleta aunque nieve



Con la nieve me ha venido el recuerdo de Amsterdam aquella tarde de primeros de enero del 2010. Aquel fue un viaje en el cual despedimos 2009 en la ciudad de los canales del norte, Amsterdam. Una de las nocheviejas más surrealistas y diferentes de mi vida que terminó de madrugada con el recuerdo de aquella fiesta sólo grabada en la tarjeta de memoria de mi antigua Lumix. La mañana del día 1 fue fría, pero soleada, fue una sensación extraña pasear por las calles entre los restos de confeti y botellas de champagne, entre las latas y petardos consumidos que sobresalían de la nieve helada.

Año de nieves, año de bienes, aquel año comenzó en su segundo día con una manta blanca sobre nuestro coche de alquiler en Breda. Pocas sensaciones hay más maravillosas que despertar, mirar por la ventana, y ver que todo a tu alrededor es blanco. Al tercero le siguieron los copos a media tarde mientras volvíamos casi corriendo al hotel de Gante. Y así hasta llegar a la tarde que nos atañe, la misma que disfrutamos viendo cómo las calles de Amsterdam se iban cubriendo de nieve. Habíamos dejado el coche ya en el aeropuerto y aún nos quedaban unas horas para darnos un paseo por Amsterdam, o éso pensábamos, ya que el vuelo se canceló haciendo que tuviésemos otra oportunidad de irnos a beber las calles.

Pero volvamos a las 4 de la tarde, el cielo estaba encapotado pero no pensábamos que de pronto los copos empezasen a caer y cuajar a medida que íbamos caminando por los puentes. De pronto toda la ciudad cogió un tono blanco espectacular. Era la hora de recoger a los niños del colegio y las mamás iban en bicicleta con remolques donde llevaban a sus niños. Subían puentes, los bajaban, sin perder la compostura mientras nosotros apenas podíamos mantenernos en pie sobre las aceras. Aquello me impactó. Aún lo sigue haciendo.

Creo que ha sido una de las pocas veces que he disfrutado de la nieve fuera de España y Alemania, una de las pocas veces que una ciudad me ha permitido conocerla en todo su esplendor blanco. Una ciudad que no le tiene miedo a las bajas temperaturas y donde el mundo no se para cuando cuajan los primeros copos. La vida sigue, sigue igual, aunque más blanca.





Cruzando Voldelpark

Así nos encontramos el parking del hotel de Breda al despertar





Las bicicletas son para el invierno en Amsterdam












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